Terremotos, sismos o seísmos son una liberación brusca de energía en un momento dado, en un lugar determinado de la litosfera. Como consecuencia se producen movimientos bruscos del terreno. El lugar donde se produce el seísmo se denomina hipocentro, mientras que el lugar más cercano al hipocentro en la superficie terrestre se conoce como epicentro.
En el hipocentro se liberan ondas, llamadas ondas sísmicas, que se mueven por el interior de La Tierra y por la superficie terrestre.
Las ondas sísmicas se registran y miden gracias a varios aparatos denominados sismógrafos. Éstos recogen en una tira de papel continuo el movimiento de la superficie del terreno. Las gráficas que se obtienen se llaman sismogramas. Mediante el sismograma se establece la magnitud de un terremoto.
La magnitud es la cantidad de energía que se libera en un terremoto. Se mide mediante la escala de Richter, y es un dato objetivo.
Otra forma de medir un terremoto es mediante la intensidad del mismo. La intensidad mide los efectos del terremoto sobre las personas y las cosas. Existen varias escalas como referencia de medida. La escala de Mercalli (1902), la más tradicional y la MSK (Mendeved, Sponhevér y Karnik), que se utiliza actualmente. La intensidad es un dato subjetivo, ya que los terremotos afectan de forma distinta a cada persona y disminuye cuando nos alejamos del epicentro.
El pasado martes 22 de febrero, un poderoso terremoto azotó Nueva Zelanda.
Un poderoso terremoto de 6,3 grados en la escala de Richter sacudió el sur de Nueva Zelanda y según el primer ministro John Key mató a por lo menos 65 personas.
El sismo, que causó extensos daños materiales, afectó principalmente a la localidad de Christchurch poco después del mediodía de este martes y el epicentro fue localizado a sólo diez kilómetros de la ciudad a una profundidad de cinco kilómetros.
Esta imagen muestra los destrozos ocasionados por el terremoto.

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